Me casé con el más bello de los hijos de los hombres
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Creía tener muchos ideales, porque amaba la vida, amaba la belleza, amaba el arte, amaba sobre todo la filosofía, amaba la montaña, tenía muchos ideales; no me faltaba nada, me sentía una persona realizada y feliz. Pero en ese momento, esas palabras encendieron una gran luz dentro de mí, y esa luz se apoderó de todo mi ser, y sentí que esa luz era Dios. Y me dije a mí misma: «No, Ginetta, tu ideal no es el arte, no es la música, no es la filosofía, no es la naturaleza. ¡No!, tu ideal es esta luz, es Dios». Y en ese momento, en mi corazón, lo elegí así, para toda la vida, como lo más fascinante, lo más bello del mundo.